domingo, 8 de marzo de 2015

El Estado Islámico pelea y nosotros calentamos banquillo.

Han pasado semanas, incluso meses, desde que el Estado Islámico comenzó a perpetuar masacres y crímenes de todo tipo en aquellas zonas de Iraq y Siria que tomaron por la fuerza. La población civil no se salva de los latigazos ni las amputaciones (ante los pecados mas leves) cuando no son colgados, decapitados o fusilados. Lo que es la 'sharia' en su aplicación más cotidiana. ¿La razón de estos castigos desproporcionados? No ser lo suficientemente creyente, o levantar cierta duda razonable sobre el obligado fervor religioso que todos los musulmanes de las 'zonas ocupadas' deben mostrar. Para los miembros del Estado Islámico y no cabe ninguna duda sobre el mensaje del Profeta, las obligaciones para con Allah o su máximo poder en la tierra.
La destrucción de templos está prohibida en el Corán; sin embargo nada se dice sobre respetar la idolatría de otras culturas. Mas bien en el Texto se prescribe destruir los 'falsos ídolos' tal y como el Profeta hizo al conquistar a las tribus de la Meca.
Sean o no de tiempos pasados, los ídolos representan una ofensa al poder creador de Allah; Los vestigios de culturas antiguas, bien conservados por las naciones de Oriente Medio como parte de su patrimonio histórico, son consideradas pecado en tanto en cuanto representan (recreada) la figura del hombre; potestad que según ellos solo esta permitida a Dios.
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Las milenarias ciudades destruidas también han sido esquilmadas. Los miembros de Estado Islámico han traficando con algunas de las piezas mesopotámicas en subastas públicas (algunas de ellas en Occidente) con la finalidad de adquirir más dinero para su causa. El expolio no solo ha sido la destrucción, sino la venta y el saqueo de piezas con más de 3000 años de antigüedad.
Como siempre, los intereses económicos afloran en todas las guerras al margen de los aparentes motivos iniciales que las impulsan.

Pero ¿por qué se nuestros Gobiernos occidentales lo consienten?

Después de una primera incursión en Iraq (la llamada Operación Tormenta del Desierto), protagonizada por los Estados Unidos de América, y sus particulares intereses, le siguió en 2004 una segunda invasión. En esta ocasión las milicias de insurgentes y de AlQaeda se lo pusieron muy difícil a las tropas americanas. Esta ultima acción bélica pasó paulatinamente a ser algo más que impopular. Algunos de los candidatos prometían en las lecciones retirar las tropas cuanto antes de aquel desierto en el que el americano medio ya no percibía ningún tipo de interés beneficioso para su país.
Desde 2001 Afganistán es otra zona de conflicto con presencia internacional. La misión estaba clara: cazar a Osama y a sus secuaces a toda costa y tratar de estabilizar la región. Sea como fuere, la sensación de una guerra que se cobraba más y más vidas la conviertió también en un asunto político socialmente impopular.
Cada decisión del estilo implicaba un aumento de intención de voto para la oposición. Los Gobiernos (americano y europeos) conocían a la perfección este hecho. Por esa razón a día de hoy ninguno de nuestros Gobiernos se atreve a mandar al mismo desierto algo más que armas o ayuda humanitaria para las milicias aliadas o los ejércitos nacionales implicados en el conflicto.
América pretende ayudar a vencer al Estado Islámico través de bombardeos, pero no aportando tropas de su eficiente ejército, que sí son capaces de contener y extirpar a los yihadistas en su propio terreno con la precisión de un experimentado cirujano.
En España hemos optado por enviar poco más de 300 hombres para adiestrar al ejercito iraquí en su lucha contra el autoproclamada Califato.

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La comunidad internacional tiene la intención de actuar, claro que sí. ¿Qué Gobierno no buscaría lavar y enaltecer su imagen ante el electorado con una incuestionable victoria sobre un puñado de genocidas? Habría que estar loco para rechazar una oportunidad así. No obstante, de entrar al trapo ¿que le dirán los pueblos europeos y americano dentro de unos meses cuando empiecen a llegar los cadáveres de nuestros muchachos? ¿Se convertirán nuestros países en objetivos prioritarios de la rabia incontrolada del terrorismo yihadista? ¿Nos chantajearán después de tomar unos cuantos rehenes?
Del actuar de Occidente veo claro que no hay suficiente sangre sobre la mesa como para que los Estados tomen medidas e inicien acciones militares serias. Por más que nos duela.
Son los sirios e iraquíes quienes ponen los muertos y nosotros quienes difundimos las imágenes y escribimos los hashtags. 

¿Esto va a seguir así? ¿Podemos seguir tolerando sus continuos crímenes?

Los Estados están esperando que os manifestéis contra la barbarie. Están esperando que les exijamos actuar en pos de la paz mundial. Aguardan que consideremos intolerable nuestra pasividad ante las decapitaciones y las matanzas.
En otras palabras: Europa está esperando a que justifiquemos por nuestra cuenta (gracias a la TV y a Youtube) una tercera intervención en Iraq; a pesar de que suponga la muerte de docenas de nuestros soldados, y la posibilidad de que "los lobos solitarios" atenten en suelo europeo.
Mientras, para marear la perdiz y justificar la inactividad, Occidente envía armas y ayuda humanitaria a los kurdos del norte del país, que junto con Irán y Siria se oponen de forma armada al Califato. Ellos son quienes de verdad se juegan el tipo por sus familias y su gente.
Deberán destruir otras 20 acrópolis prerromanas más, fusilar a otros tantos miles de civiles más y decapitar una decena de reporteros más antes de que nuestra sociedad (justifique) exija que intervengan nuestras tropas en aquel escenario.


A fin de cuentas todo es cuestión de números en un 'suma y sigue' lo único que está consiguiendo día a día es que este sea un mundo más peligroso.

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