martes, 6 de noviembre de 2012

Historia de la injusticia.


Esta entrada la desvelo previamente a la publicación del libro que estoy escribiendo. Pertenece al prólogo del mismo, así que creo que no haré ningún "spoiler" indebido. Y si lo hago, que no creo, ruego que los hipotéticos lectores de mi obra me sepan perdonar.
 No muestro el presente texto con ningún ánimo de publicitar la obra que se está escribiendo, que no lo merece aun, sino porque me siento moralmente obligado a dar a luz una parte de él.
 La injusticia que cambia el mundo tiene su origen en algún lugar, y espero que el lector reflexione a cerca de sus orígenes tanto o más que yo.
Así pues, espero que disfruten este breve adelanto literario:


¿Cómo comienzan las injusticias? Es una de tantas preguntas trampa que nadie en su sano juicio es capaz de contestar de manera universal.
Unos dicen que la injusticia nació en el mismo instante en que el hombre primitivo tuvo la conciencia suficiente como para adoptar la propiedad privada. Cuando aquel homínido clavó las cuatro estacas en la tierra, delimitando un predio o un territorio que pasaría a formar parte de su patrimonio. Y que prohibió acceder a él a las personas que él consideraba non-gratas. Para extrañeza de sus semejantes, que hicieron lo mismo después de él.

Otros piensan que la injusticia comenzó cuando el fuerte ejerció su poder contra el débil. Otros que fue al contrario, cuando los débiles se hicieron fuertes y se vengaron del fuerte.
Muchos otros, mal encaminados y temerosos de la verdad, piensan que la respuesta a esa pregunta se encuentre en la religión. O en los designios de algún carismático hombre de fe.

Y hablando de religión y de génesis. Si algo es seguro es que la injusticia ha acompañado al ser humano desde sus orígenes más remotos. Y no por una mera cuestión evolutiva, racional o religiosa. Sino por algo más ancestral a él: La propia Naturaleza de la raza humana.

La naturaleza es injusta. Nada tiene que ver que seas un buen insecto o un buen mamífero. La inminente glaciación o el próximo diluvio matará a ambos igualmente. Hayan sido o no buenos con sus iguales.

Entre todos esos anónimos iluminados que dan su opinión por escrito a cerca de temas trascendentales, surge a veces alguien capaz de aunar en sí el talento y la visión suficientes como para dar a luz una obra literaria digna de leer. He de decir que yo no me considero uno de esos excepcionales seres.

La injusticia siempre existió, desde antes de que la vida existiese.
Los planetas ya pueden ser considerados “entes” del universo, y están formados por un polvo cósmico que perteneció a una o a varias acumulaciones de materia. Materia que sufrió la injusticia de la extinción, para dar a su vez la oportunidad de crear otros mundos y otras galaxias en un ciclo sin aparente fin.

Por tanto me inclino a pensar que la injusticia como tal, nace con la concepción racional del ser humano. Junto a la concepción moral de los actos que se suceden en su contexto correspondiente.
Esta concepción permite apreciar en el universo las anomalías que no se corresponden con una forma concreta de ver la vida y el mundo a nuestro alrededor. Dicho de otra forma, es la apreciación que aparece como respuesta cuando se truncan las leyes de la coherencia más personal.
Aquí abriríamos otro debate a cerca de si la injusticia surgió antes o después de la moral...

De ahí que la Justicia (y la ausencia de ésta) sea algo tan relativo y al mismo tiempo tan universal. Tan humano y tan natural. Un hecho surgido de la capacidad humana de percibir racionalmente el mundo exterior.

Pero el saber estos datos no cambiará que las injusticias sigan sucediéndose y sigan cambiando el universo a su manera. Las percibamos o no.

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