lunes, 27 de mayo de 2013

El lobo solitario: Una amenaza real. (II)


Abordamos un tema que está últimamente candente en los medios de comunicación a escala internacional; el asunto de los llamados “lobos solitarios” (“lone wolves”).
Desconozco a priori cuándo fue la primera vez en la historia en la que se utilizó este término con estas connotaciones, pero probablemente poco tendría que ver en sus orígenes con el terrorismo yihadista tal y como lo enfocamos hoy.
Los antecedentes de este término son muy variados: desde un juego de mesa al nombre de guerra de Rambo, pasando por una película soviética de 1977 (o la española de 2004) y el nombre en clave de una operación llevada a cabo por la policía de San Diego (junto al FBI), llamada también de la misma forma.

Bien es cierto que el término se acuña finalmente en los años noventa por Alex Curtis y Tom Metzger (Metzger abogó por una actividad clandestina individual o de células pequeñas, a diferencia de las organizaciones de membresía que actúan sobre el terreno; “guerreros actúan solos o en pequeños grupos que atacaron al gobierno u otros objetivos en "actos cotidianos y anónimos'' ” - Extremismo en América . 10-12-2012).
De esta manera, un lobo solitario es una célula (llamémosla “durmiente” o “autónoma”) cuyo plan, adiestramiento y formación permanecen latentes en el individuo o en varios, coordinados en la sombra. Estos individuos ya poseen un plan para desencadenar uno o varios atentados sobre un terreno cierto en el momento en que se les comunica la orden o cuando así les place según su plan. Son por tanto entes autónomos del resto de la organización pero inspirados en los fundamentos de la misma (frecuentemente AlQaida).

[El caso más actual lo encontramos en Boston, donde una vez preguntado al entorno de los hermanos Tsarnev toda persona que fue interrogada en suelo americano contestó el clásico: “Era un vecino estupendo”, “no daba problemas”, “pagaba sus facturas a tiempo”, “no se metía en líos”, etc.
El menor de los hermanos frecuentaba el campus y sus instalaciones muy a menudo y ninguno de ellos levantaba sospechas que pudieran señalarles como integristas islámicos en ningún momento.
Esto da o debería de dar que pensar a los ciudadanos europeos. Sin ganas de levantar ampollas ni inducir al alarmismo social: ¿Recuerda ese amistoso y callado estudiante de intercambio? Posiblemente después de lo de Boston algunas personas ya no le vean de la misma forma...]

Nos asalta entonces la duda: ¿Cualquiera puede ser un terrorista?. Me inclino a pensar que sí, aunque cada vez con más dificultad. Lo que está claro es que esa vecina de 70 años de edad que da caramelos a los hijos de sus amigas no sea un integrista islámico. Pero sí es verdad que es toda una odisea para los servicios de seguridad crear un patrón de identidad de estos lobos solitarios.
Los aspectos que tienen en común es (entre otros aspectos) un profundo odio por ciertos valores occidentales, los más difundidos a escala global en películas o política internacional. Entre estos valores se encuentran los efectos del capitalismo (opulencia, obesidad, excesos de todo tipo...), algunos valores democráticos (la igualdad, la tolerancia, la libertad de opinión) y por encima de todo, el vacío moral de sus gentes, a quienes consideran enemigos por su carencia de valores o por ser incapaces de solidarizarse con un Islam que ellos presuponen está en peligro o siendo atacado.

Durante su adiestramiento (si es que se les ha dado de manera personal) se les enseña a camuflarse entre la población civil, a manejar explosivos improvisados con materiales caseros (que son los únicos a los que pueden acceder), incluso a mapear zonas y hacer planes de huida o de ataque coordinado.

El ataque de Boston fue uno de los casos donde se aprecia la inexperiencia táctica del lobo solitario. Los hermanos chechenos no colocaron los artefactos en los lugares donde más víctimas podían causar, como hubiera sido el metro, o una tribuna abarrotada de espectadores. Sino donde más impacto mediático tendría un atentado de esas características: En la linea de meta, frente a cámaras de televisión de todo el mundo. De nuevo nos encontramos que la idea fundamental era sembrar el terror, no causar un elevado número de víctimas. Igual podemos apreciar en los asesinatos cometidos por Merah (el asesino de Tolouse) quien no utilizó explosivos a pesar de disponer de ellos, sino que se limitó exclusivamente a usar armas de fuego contra objetivos concretos.

La doctrina musulmana wahabbita (de Abdul Wahab) aboga por una ideología ciertamente compleja a la vez que tradicionalista, híbrida incluso entre varias corrientes. Más concretamente, la doctrina “takfir wal-hijra” o simplemente “takfir” es la que se sigue por parte de estos individuos. Explicar esta doctrina en su totalidad nos daría para otra entrada, más larga y extensa, amén de que hay ya mucha documentación sobre ello en internet.
Podríamos resumirla en que es una doctrina del Islam más radical que permite a sus adeptos infiltrados (células durmientes) amoldarse a las costumbres de la zona en la que residan con el fin de pasar desapercibidos. Por tanto, los lobos solitarios que operen bajo esta doctrina podrán beber alcohol en público y comer cerdo con total tranquilidad; porque la causa de Dios así lo requiere, y pecar por lograr un esfuerzo de fe diviniza los esfuerzos y también los resultados.
Es por eso que estas personas vestirán nuestra misma ropa, comerán nuestra misma comida, beberán nuestro mismo vino y se amoldarán a las costumbres de los infieles occidentales con total naturalidad. Siempre por la causa de Dios.

¿Cómo defendernos de los lobos solitarios? Sin duda, la mejor herramienta de los Estados es el contraespionaje y las medidas antiterroristas. Medidas llevadas a cabo por ciertos Estados (algunas de dudosa constitucionalidad, he de añadir) como es la creación de un archivo global de sospechosos, categorizados según un rango de peligrosidad y divididos a su vez por su grado de inminencia en el ataque (si poseen entrenamiento, si han visitado determinados países, si su entorno es de cierta corriente del Islam, etc.).
Controlar la actividad en las mezquitas, otros centros de culto y de afluencia musulmana también es una práctica que se lleva realizando bastante tiempo con objeto de controlar las corrientes más radicales; se piensa que controlando el lugar donde suelen reunirse o (supuestamente) adoctrinarse estos integristas, se les controla más fácilmente. Sin embargo la experiencia ha hecho que se reconducido el esfuerzo de las naciones occidentales a controlar un ámbito más privado del individuo, donde no tiene que dar cuentas de una personalidad prefabricada para su misión: Internet.
Se controlan determinados foros, vídeos, se marcan palabras concretas en determinadas websites, etc. El esfuerzo es titánico y la doctrina estatal de seguridad exuda paranoia ante el inminente riesgo de que cualquier hijo de vecino pueda ser un integrista islámico dispuesto a desencadenar actos terribles en nombre de la fe.

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