domingo, 9 de octubre de 2011

Arriba... ¿España?


Analizando el evento que se realizó en Jaén por parte de los amigos de las FFAA y de la Legión española, llegué a conclusiones que hacía años que no llegaba y que, por desgracia, en su momento olvidé a posta por no tener material suficiente para escribirlo. Pero creo que tengo la necesidad de hacer pública una opinión que seguro es compartida por un gran número de mentes pensantes, conscientes de todo esto.

Como muchos otros antes que yo, juré bandera prometiendo defender al Rey, a la Constitución, y ceder voluntario hasta la última gota de mi sangre por España. ¿Pero a qué España? Me pregunto ¿A mi España, una patria cálida que nos acoge a todos? ¿O la España de ellos, la corrupta de los favoritismos y las mentiras?
Sé que no es decoroso dudar de algo que está por encima de nosotros, algo tan longevo y honroso como puede ser la patria. A fin de cuentas sólo soy un pobre españolito que aún piensa que no tiene que pedir nada a su país sin antes ver qué puede ofrecerle a él. Y no
es justo exigir a la Nación algo de lo que puedes beneficiarte si con ello se pisa al vecino, al prójimo. Soy a fin de cuentas solidario con mi país tanto como espero que él lo sea conmigo, al igual que con el resto de mis congéneres.

Ya hace tiempo que, como aquel escritor, veo los muros de mi patria y no tengo nada más que hacer que sentarme y llorar por ella, de impotencia y de rabia.
He contemplado día tras día como la España que un día fue gloriosa y fuerte, imperio de imperios, se hacía digna de seguir siendo el ejemplo de otras naciones. Ahora, cuando la debilidad se ha impuesto entre sus gobernantes se ha ido convirtiendo paulatinamente en una cueva de ladrones, en una vergüenza a la que nadie dentro de las fronteras civilizadas quiere mirar.
Deplorable país, deplorable nación, deplorable sistema por el que la Legión desfila y dice estar dispuesto a defender como si nada pasase.
Veo a todos esos jóvenes, como marionetas de una ministrucha, un ente político sin alma ni instrucción alguna. Con el coco lleno de serrín cada uno de sus mandos (más políticos que los políticos) cegados por otros asuntos que no son el cumplimiento del deber con su patria, sino con los patrones que pagan mensualmente su salario.

Los padres de la Constitución obligaban a los españoles a crear un vínculo con su patria, a servirla con las armas o con su habilidad (la prestación sustitutoria); el apartado tercero “
un servicio civil para el cumplimiento de fines de interés general”. El interés general que beneficie a España.

 Creemos que hemos progresado. Que vivimos en el futuro que nos prometió Europa. No hemos hecho otra cosa que volvernos señoritos. Creyendo que al pagar impuestos (de los que, obviamente, se nutre nuestro ejército profesional) nosotros podemos dedicarnos los domingos a ver el fútbol acallando nuestra conciencia en cuanto a nuestras obligaciones con la patria.

¿Pero puede imponerse por ley el amor a la nación? ¿Pueden obligarnos a amar algo que no se ama? Rotundamente no. Pero es obligación de los tres poderes el permitir que aquellos que deseen servir a los intereses de España, aunque sea temporalmente, puedan hacerlo. La oportunidad siempre debe estar garantizada, no las trabas y la desinformación.
Como suele pasar en las naciones que han sido intoxicadas de libertad sin aprender previamente de su historia y del sacrificio de los hombres que dejaron en ella su huella, nos hemos embriagado con el progresismo despreocupado. Sí, esa mentalidad perezosa que sólo sabe pedir y exigir 
derechos, pero que no entiende ni quiere entender que junto a ellos coexisten deberes. Esa evasión de las obligaciones ciudadanas nos ha hecho desagradecidos en todos los ámbitos de la vida pública. Y esto nos viene porque la ingratitud tiene su origen en el desconocimiento del valor de las cosas.
Sin embargo, no se puede traicionar a la nación por tener uno las libertades personales que cree que se merece: no se puede odiar a la tierra que te da las oportunidades y las ventajas, que te sostiene y alimenta. Que es el sustrato del resto de situaciones beneficiosas de las que uno dispone.

 Como un hijo que odia a sus padres metódicamente por el hecho de ser sus padres... Ser un desagradecido patrio es, por desgracia, lo que está de moda. No respetar ni lo que a uno le pertenece y que tiene el derecho y el deber de mantener.

La sociedad, la juventud y la moral de todos tolera estos actos al no condenarlos. La sociedad tolera la cobardía de sí misma al no condenar los actos de sus representantes. El pueblo consiente que existan políticos que traicionan a la nación a la que supuestamente representan. Y me pregunto ¿Nadie va a hacer nada? ¿Vais a seguir de botellón, bebiendo y fumando mientras vuestro país se va a la ruina? ¿Vais a seguir culpando cínicamente a los políticos cuando quienes no lucháis por vuestra libertad sois vosotros?
Hipócritas, hipócritas patrios.
Y todo esto, como siempre, os dará igual mientras nadie os legisle y regule el pan y el circo. U os quite la posibilidad de ganar una paguita fácil. Un puñado de euros con los que comprar vuestra atención, vuestro voto y vuestro silencio. Dinero que, a fin de cuentas, no deja de ser un puñado de deseos de mierda.







Sois la juventud de España, sois la nación española del mañana. Un pueblo fuerte y valiente que ha luchado por su autodeterminación cuando no ha tenido ocasión para autodestruirse.
¿Donde está esa fuerza y esa valentía de superación garantizada por los derechos que tanto reclamasteis? Gritar públicamente el “Viva España” en dos actos anuales (mientras que sea otro quien sangra por ella) no es patriotismo, no. No 
si no se trabaja por plasmar ese sincero deseo en un futuro de grandeza cada día. No es patriotismo, sino hipocresía. 

Cuando seáis conscientes de que en nuestra sociedad impera una moral cambiante, cainita, que os empuja a anteponer vuestros sueños, el bienestar y la imagen nacional por un miserable sueldo, descubriréis que no amáis verdaderamente a vuestra nación. Porque, por lo general (y sin ánimo de criticar el progreso personal), vuestro trabajo, vuestra ocupación y vuestro propio ego (ese que tanto os esclaviza) se superpone sobre vuestro país.
Esa concepción tan generalizada es lo contrapuesto a la moral castrense. Donde la palabra "servicio", como acto de servir, viene a ser la justa entrega, íntima y pública, de la fuerza de uno mismo en interés de la nación. Servir a España es y será siempre mucho más que portar orgulloso su bandera en un mundial de fútbol.

No sois conscientes de lo que verdaderamente está pasando en este país cuando hasta el menos docto en la materia puede percatarse de que la población no sólo no desea luchar por su nación ni por sí misma, sino que corre a rendir culto al cuerpo y al alma del mejor postor. Por treinta monedas de plata.

Un acto que congregó a más de media ciudad de Jaén en beneficio de su bandera y de la buena imagen de su Legión no inspiró la voluntad de agruparse para defender sus derechos, su buena imagen, su prestigio y animar a la fuerza y la unión nacional. Esa misma unión destruida por los “representantes” que prometieron defenderla y mantenerla indemne.
¿De qué sirven todos esos gritos de amor patrio si no se trabaja, si no se lucha por la nación?. ¿De qué sirven los laureles y los honores a los caídos si los que viven hoy no son capaces de luchar por su memoria? Cada momento que sigo recordando el acto del viernes me da más vergüenza ajena, me da más repulsa por el pueblo que ni sabe, ni quiere saber. Que se afana en atarse a su propia incultura mientras eleva alto los mitos que cree que le aportarán la salvación del inminente destino. Cuando se ha sembrado la discordia en un pueblo que ni lucha ni puede luchar por lo que dice amar.

"En ningún lugar he visto a tales leones conducidos por tales corderos".
   General Max von Gallwitz (1852–1937)

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