jueves, 27 de octubre de 2011

Conocimiento bajo la lluvia

Casi acabo de llegar de la Universidad, en estado casi de shok, recién comido y con el alimento sin poderlo digerir a causa, seguramente, de la reacción corporal provocada por alguna variante del síndrome de Stendhal, que ahora mismo estoy padeciendo.

Me reuní con una profesora cuyo criterio desconocía hasta hoy, prácticamente por la ausencia de la oportunidad de conocerla hasta hoy. Carpetas y cajas de cartón situadas en los recovecos de sus muebles esperaban ser desempaquetadas por ella. Desorden causado, no por una personalidad caótica y desordenada, no. Sino a causa del injusto sistema que se empeña en deslocalizarnos a todos para que tengamos algo que hacer. Y porque así "estamos mejor puestos" y "somos más accesibles" según las consignas de organización interna universitaria.

Simplemente Impresionante. Tanta lucha, experiencia y conocimientos condensados en tan poca "chicha", en tanta finitud, en tan sencilla mujer.
Comparte como yo la preocupación por los desastrosos cambios en la sociedad juvenil, por los cambios de mentalidad en los que el día de mañana tomaremos las riendas de este mundo. Teme lo mismo que yo temo en lo que compete a los acontecimientos no solo nacionales, sino mundiales.
Y aunque siempre queda el regocijo del saber, somos conscientes ambos de que eso no basta para salvar a esta juventud de un estrepitoso fracaso moral y formativo.

Comprometida desde hace años en su lucha contra la injusticia y la pobreza. Independiente, sin necesidades económicas o partidistas, una verdadera revolucionaria por convicción, por afán y sentimiento.
De esta primera experiencia sólo he podido percibir, en materia concerniente a la docencia, el hecho de que es una profesora que vale mucho la pena, pero no por su metodología o facilidades a la hora de estudiar (que también están si se trabaja para que estén) sino por su vocación. No basta con cumplir, con ir a clase y enseñar una materia que cuesta enseñar a causa de la no correspondencia de un título con un deber docente, no basta. Ella va más allá, siempre apostando por la educación y la enseñanza a unas cabezas que, año a año, van perdiendo calidad para la docencia e interés ontológico por todo.

Una mujer que tanto ha escrito y retratado sobre otras mujeres; reivindicado su lucha silenciosamente y a golpe de actos. Nos ha traído a las puertas de la ciudad un regalo que hoy se está ignorando, desgraciadamente: El punto de vista, la experiencia y la visión de unas mujeres que viven, penan y conviven al otro lado del estrecho (o en la otra cara del mundo).
¿Podríamos seguir pensando todas esas ideas que ahora pensamos después de leer esos libros? ¿Después de apreciar los testimonios que ahora mismo estamos ignorando y que ella nos ha traducido? No. Definitivamente no.

Llovía fuera del edificio de despachos mientras la docta profesora y yo hablábamos de mil temas, a cada cual más interesante, cuando caí en la cuenta de que hacía años que no me topaba con alguien así. Alguien con esas ideas y con ese espíritu que, por desgracia, yo mismo sentía dolorosamente que no tuviese la misma fuerza, edad e ímpetu del que yo dispongo.

Doctorada en Madrid en estudios árabes, con decenas y decenas de publicaciones, viajes y experiencias curtidas con el esfuerzo y la determinación del espíritu de hace 4 o 5 décadas. El mísmo espíritu que hoy por desgracia brilla por su ausencia en este país.

Realmente hacía años que no encontraba un cofre tan colmado de oro como este. Y que en ese aspecto me siento tentado al conocerme como me conozco, como un hombre muy avaricioso en esas materias...

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