sábado, 10 de septiembre de 2011

El rival de lo que tú eres

Es triste llegar a la temprana conclusión de que la soledad es un camino obligatorio en la vida. El intentar abrirse paso en esta vida y darte cuenta de que la gente de la que te rodeas no te necesita, cuando posiblemente, a causa de alguna explicación psiquiátrica, tú sabes que necesitas sentirte necesitado.

Es entonces cuando caes en la cuenta de que en la realidad del mundo, tu felicidad no importa lo más mínimo, salvo a ti y a los tuyos, a veces. Atrapado en una realidad, en un país, en un entorno que sabes de sobra que no solo no te conviene, sino que además no te llena y te es hostil.

Salir a entretenerte, a desfogar, a añadir una excepción a esta noche de “ocio” en lugar de “negocio” para tan solo darle una oportunidad a tu vida y creerte así que estás haciéndolo bien, que puedes sobrellevar todo esto.

Rodearte de amistades que parecen muy felices, ¡y diablos!, ¡en algunos casos hasta lo son realmente!. Podrían las malas lenguas decir: “tu problema es de envidia hacia el prójimo, saben compartir sus vidas con una mujer o saben manejarse sin nadie”.

No, no es tan simple como eso, la verdad. Pueden darme las seis de la mañana escribiendo, pasar los días sin un ápice de interés por vivir, usar toda esta fuerza, toda esta juventud interna y reprimida. En criticar, en destruir, en derrumbar la moral existente y los métodos tan “actuales”, que parece que a la larga y por una mera cuestión de tradición... funcionan.

No es celos en absoluto, es incomprensión, una incomprensión absoluta. Y critico por ese u otro motivo, todos los días mi mala suerte, mis defectos derivados de mi temprana sociopatía. Incluso llego a desearme ser un estúpido, un vacío de mente, un trozo de madera como ellos para conformarme con la primera zorra pintada que se me pudiera acercar. O que a causa de mi supuesta astucia, yo mismo pudiera engatusarla para hacer lo justo con ella. Pero ¿quién sería yo entonces?, ¿no perdería todo aquello por lo que supuestamente lucho?.

La pregunta que me mantiene en vela esta noche, la duda que no para de rondar mis días de inexplicable sufrimiento es: ¿Merezco esto?.
Partiendo de que la vida es injusta y los seres humanos a parte de estúpidos, somos ingenuos: ¿Por qué tiene que ser esta mi condenada suerte?, ¿tan difícil es encontrar esa aguja del pajar que te cambia la vida?


Socialmente le he dado la espalda a mi generación entera, le he escupido a la cara a la juventud, a sus modas y sus quehaceres nocturnos. Y no solo eso, además, partiendo de que soy un individuo capaz de darle una patada al avispero y sentarme serenado a afrontar estoicamente todas las picaduras que puedan venir, considero que me importa una mierda todo lo que tenga que ver con los nuevos y “modernos” aspectos sociales.

Puedo provocar la blasfemia y la afrenta con cualquiera que sea capaz de entender mi sistema de “violenta crítica constructiva”, incluso absurda a veces, y no me importa. De echo, me siento orgulloso de ser así, de poder mostrarle con mi carácter al mundo que no los necesito. Y en vista de la sinceridad que hoy día buscan las que buscan; soy lo suficientemente sincero como para decirlo.

Es extraño cuando, sin embargo, he nacido para liderar a unos y a otros, he crecido con la ilusión de poseer las cosas más vitales antes de crecerme en otras más mundanas, y a día de hoy parece todo el mundo al revés.

Y no hay manera. El mercado de las parejas está aun inexplorado, y sólo se piensa que con un “eDarling” puedes arreglar el mundo de las parejas respecto a lo vacío y gélido que lo ha dejado el universo de las telecomunicaciones.

El hombre y la mujer deben ahora convertirse, si así lo desean, en una especie de producto comercial; expuesto al público 24 horas al día, y que los interesados (con la previa permisividad del usuario) puedan “leer el prospecto” o comprobar los “materiales de composición” de aquello en lo que están interesados en adquirir. Por ende, se necesita darse a conocer en una plataforma segura y veraz, en la que la confianza lo es todo. Confianza que no suele estar.

Por pura estadística, tu pareja perfecta no tiene que ser un vecino o vecina de tu ciudad, más bien todo lo contrario. Si se dejan a un lado los prejuicios europeos y nos internacionalizamos cada uno como individuo en un sistema a gran escala, tarde o temprano nuestra probabilidad de encontrar lo que buscamos y de que nos encuentren debe aumentar.
La pregunta es: ¿Estamos preparados para ello o aun no?

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